Camilo Bojacá inicia su carrera estudiando artes plásticas en la universidad Nacional de Colombia en el año 2005, donde explora las diferentes técnicas, encontrando desde el dibujo, la animación y el video una forma desde la cual preguntarse y entablar una relación con el mundo. En su trabajo es recurrente encontrar el paisaje de la ciudad y elementos del dibujo que atienden a los problemas de este mismo, para hacer un comentario, un señalamiento o simplemente para cuestionar la imagen como tal. Otros de los elementos con los que trabaja recurrentemente es la escala y la imagen de poder.
Durante el paso por la universidad comenzó a mostrar su trabajo desde el quinto semestre participando así en diferentes muestras colectivas entre las que se destacan “love is in the air” en el museo de la universidad Nacional, los 13 salones regionales zona centro, la bienal de la ASAB, artecámara (2010 y 2011), V Salón Bidimensional y en dos muestras individuales;Premoniciones espaciales en la galería 12:00 y Columnas y andamios en LA galería.
Cuando Camilo Bojacá piensa en su niñez, se ve jugando en el patio de la casa de su abuela, en Sogamoso: un jardín en el que todo estaba controlado, donde las plantas se desarrollaban bajo la inspección de la abuela.
Aquella relación entre el hombre y la naturaleza siempre le ha llamado la atención: “¿No hay forma de convivir de manera más equilibrada, sin que el desarrollo de la ciudad aplaste a las plantas o las convierta solamente en material decorativo, cortado y manipulado a nuestro gusto?”, se pregunta desde hace años.
Por eso, cuando lo invitaron a intervenir un lote en el barrio La Macarena, en Bogotá, tuvo clarísimo lo que quería hacer. El lugar pertenece al Proyecto Bachué, organización que promueve el desarrollo de arte joven y la investigación que revisa la historia nacional de nuestra plástica. El plan es que, cuando se desmonte la intervención de Bojacá, se construya allí una galería que llevará por nombre El Dorado.
En ‘Jardín de malezas’, título de la propuesta de Bojacá, lo primero que llama la atención de quien ingresa a este lote baldío es el gran andamio coronado por un bonsái. Sobre esta pieza, el artista explica que lo que quiere decir es que “así hayamos subvertido los niveles de nuestra relación con la naturaleza, ella siempre va a estar sobre el desarrollo urbanístico, que no es más que una evocación del poder”.
Alrededor hay arbustos moribundos rodeados de ladrillos, bloques de cemento con árboles que miran
hacia abajo o troncos que terminan en andamios. Cada pieza tiene un discurso propio, pero gira en torno la naturaleza sacrificada por el desarrollo. “Hemos construido una falsa idea de la naturaleza: algo bonito, decorativo, idealizado y sometido; ya es tiempo de refutar esa idea, pensando, más bien, en la sociedad como un organismo”, señala Bojacá.
También afirma que la lectura de El jardín en movimiento, de Gilles Clément, y las dos exposiciones que hizo en el Espacio Odeón, le resultaron claves para llegar a la reflexión que propone a través de este montaje.
Tanto el lápiz, visto como el objeto que contiene los dibujos o los produce, como los andamios de construcción, símbolo del trabajo obrero – en buena medida, el soporte de la sociedad–, lo han llevado a convertirlos en parte fundamental de su obra, “hasta terminar trabajándolos, ya no a escala sino en tamaño real”, concluye.
PARA EL TIEMPO
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