Bogotá Art District

El barrio cambias y no muchos bogotanos se dan cuenta. A la panadería de la esquina llegan jóvenes que hablan sobre las últimas tendencias del arte y en las noches de galerías las calles se llenan de visitantes que discuten sobre los precios de las obras y las mezclas de colores que los impactaron. Aunque el resto ha mantenido su cotidianidad intacta, los nuevos residentes se han ido haciendo sentir poco a poco.

Es que en los últimos dos años se han abierto en el barrio San Felipe varias galerías de arte y en la cuadra de la calle 75 con carrera 20 quedan una al lado de la otra. A Sketch, 12:00 y un edificio de cuatro pisos que hará las veces de lugar de exposiciones, se sumó esta semana Beta, una galería con una larga trayectoria en Argentina, donde se llama Del Infinito. A pocas cuadras está Flora, la fundación de José Ignacio Roca, curador adjunto para América Latina del museo Tate en Londres. 

“Tengo mi colección privada aquí y hay muchos galeristas y artistas amigos, como Mateo López, Rodrigo Echeverri, Nicolás París, Alex Rodríguez, Mauricio Gómez, Carolina Rodríguez y Andrés Bonilla, que se vinieron a San Felipe”, explica Alejandro Castaño, arquitecto y coleccionista, la cabeza detrás del proyecto Bogotá Art District. La razón: “La movilidad en Bogotá es casi imposible y me pareció una buena idea que muchos artistas y galeristas estuvieran localizados en un solo barrio de fácil acceso. Así el coleccionista puede salir del trabajo y visitar varias galerías de un solo tiro sin necesidad de pasarse todo el día entre el carro y encima de todo no poder ir a más de dos”. 

El proyecto de Castaño en San Felipe todavía no tiene la ambición de convertirse en lo que es Wynwood para Miami o Soho para Nueva York, barrios marginales que con la llegada de artistas y galeristas se convirtieron en el centro cultural de la ciudad. “Hay que esperar a ver qué ocurre a futuro –se limita a decir el coleccionista-. “Sabemos que esto es un proceso largo y que nada está garantizado.” Las calles no tienen los coloridos murales de Wynwood que atraen a los visitantes, ni los acogedores cafés de Soho donde la gente se sienta a comer y a leer. Sin embargo puede que con el tiempo aparezca algo similar pero al estilo bogotano. 

“Los barrios de artistas existen desde el siglo XIX -dice Alberto Saldarriaga decano de la Facultad de Artes y Diseño de la Tadeo-. “Suelen ser barrios industriales deprimidos que combinan a la perfección las necesidades de los artistas: espacio, luz y buen precio. Con ellos llegan los galeristas y en torno a esa vida cultural aparecen cafés, restaurantes, librerías y tiendas de moda. Sin duda este tipo de proyectos, que solían ser más espontáneos, atraen inversiones y sobre todo le aportan a la ciudad un lugar donde vivirla”. 

“Yo fui el primero en llegar al barrio por recomendación de Castaño y abrí la galería 12:00 –dice su dueño Mauricio Gómez-. “En los últimos años el lugar ha cambiado. Ya hay dos galerías al lado de la mía y más en camino. Varios artistas tienen sus talleres por acá cerca y los coleccionistas se están dando cuenta de que aquí está pasando algo y vienen a buscar arte contemporáneo. Es inevitable que en las grandes ciudades las comunidades tiendan a agruparse en un solo sitio para escapar de los problemas de movilidad y hacer vida de barrio.”

Y San Felipe no es lo único que está cambiando. Desde hace algunos años el talento colombiano comenzó a llamar la atención de inversionistas internacionales. “Antes no ocurría que el MoMa o el Tate vinieran a Bogotá a buscar artistas, ahora sí. El arte contemporáneo colombiano se está abriendo al mundo con éxito,” dice Castaño. Por eso la propuesta de Flora de organizar residencias y exposiciones para artistas del mundo es muy importante pues permite un intercambio de técnicas y experiencias que de otra manera no se darían. Por medio de concursos y becas los artistas tienen acceso a utilizar los talleres de la fundación, a dar charlas y a exponer su obra. “También hay programas de curaduría de un año como el que estoy haciendo –explica Pamela Desjardins, una joven argentina que desde enero trabaja como curadora en Flora–. “Y organizamos convenios y prácticas con la Tadeo y Los Andes para que los estudiantes tengan la oportunidad de entrar en contacto con las disciplinas que rodean el arte.” El interés de Roca por abrir las artes al público se hace patente en la vitrina de Flora, que da a la calle y que todos los meses expone una obra distinta que atrae al caminante.

A pesar de que varios artistas, galeristas y coleccionistas están llegando al barrio, y de que ya hay dueños de restaurantes y cafés interesados en la zona, no es seguro que San Felipe se convierta en el centro cultural de la capital. Sí lo es que Bogotá necesita propuestas como esta, que invitan a los bogotanos a apropiársela y a vivirla en comunidad.

Revista Semana.com